Historias del Ebro
El Ebro me sorprende y me fascina. El invierno pasado, cuando más alto era su caudal y más fuerte su corriente, devolvió ileso a la orilla a un joven piragüista que había volcado. El susto de sus compañeros fue inimaginable y bomberos y policía se esforzaron por buscarlo y rescatarlo tras el incidente. El propio Río puso al muchacho a salvo para sorpresa y alivio de sus rescatadores. Las caricias de las piragüas le gustan.
Hace unos días un Ebrobús no pudo remontar el Río y encallado tuvo que ser asistido también por los bomberos para desembarcar sus pasajeros. El Ebro no ha simpatizado con estos barquetes nunca.
Lo que leo hoy me impresiona. Los siluros han colonizado el Ebro a la altura del Puente de Piedra. Hasta ahí nada a lo que estos tiempos no nos tengan acostumbrados. La particularidad radica en que los siluros han adquirido la tan zaragozana costumbre de encorrer a las palomicas del Pilar que se acercan a beber. La que se descuida termina engullida (enterica y con plumas). Los expertos tranquilizan al personal asegurando que los humanos no corren peligro.
Al tiempo.
5 comentarios
Fer -
Iñakil coplero -
bajé a la ribera el río
pajirito sin pío pío
allí traté de aliviar.
Mirando las palomicas
sacudíame las goticas,
si hubiese estado más duro
no se lo zampa el siluro.
carlitos -
Joder con los siluros, no se os ocurra mingitar en las riberas, no sea que den un brinco y..... de todas formas yo repoblaría las fuentes de la plaza del Pilar con estos bichos, a ver si acaban de una vez con todas las palomicas, palomicas, aaaaaaaaaaahhhhh (léase en plan jotero)
Pedrol -
Olga -