León el Africano
Según mi madre que había de regalarse con las sobras al día siguiente, la comida era un auténtico festín de reyes. El plato principal era la maruziyya: carne de cordero preparada con algo de miel, cilantro, almidón, almendras, peras, así como con nueces tiernas, cuya temporada acababa de empezar. Había también tafaya verde, carne de cabrito mezclada con un ramillete de cilantro fresco, y tafaya blanca preparada con cilantro seco. ¿Mencionaré los pollos, los pichones, las alondras, con su salsa de ajo y queso, la liebre asada en salsa de azafrán y vinagre, las otras decenas de platos que tan amenudo me enumeró mi madre, recuerdo de la última gran fiesta que tuviera lugar en su casa antes de que la cólera del Cielo cayera sobre ella y sobre los suyos? Cuando la escuchaba, aún de niño, esperaba, en cada ocasión, con impaciencia que llegara a las muyabanát, esas tortas calientes de queso fresco espolvoreadas con canela y empapadas de miel, a los pasteles de pasta de almendra o de dátiles, a las tortas rellenas de piñones y nueces que aromatizaban con agua de rosas.
[León el Africano. Amin Maalouf. 2010]
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