Visita al Olimpo
VISITA AL OLIMPO
Parte primera
La otra noche tuve un sueño... esto de los sueños es un rollo, las más de las veces no los recuerdas y cuando los recuerdas y estás disfrutando con ellos, en el momento más álgido, cuando más placenteros son... ¡Vas y te despiertas!, son como las películas de la tele, en el momento más interesante te cortan para poner los odiosos anuncios de coches, detergentes o de compresas, según cual sea la hora de emisión. Pero bueno, de este algo quedó en mi memoria y os lo voy a contar.
No se como, ya sabéis que los sueños preparan situaciones inverosímiles, pero heme aquí que me hallaba en el cielo, tampoco sé en cual si en el primero, el tercero o en el séptimo, que dicen que es el mejor y más placentero. Os diré que era un cielo diferente al que yo siempre me había imaginado, ese de las monjas, los cardenales y los obispos; por cierto ha de ser un coñazo estar para siempre con personal tan aburrido, ¿no creéis?. Este cielo estaba muy bien montado, de hecho al llegar a la puerta, que por cierto era un portalón con columnas dóricas sobre jambas planas a ambos lados y arco apuntado sobre el arquitrabe con bajorrelieves esculpidos, a mí me pareció que de Zeus y toda su parentela y sin ninguna puerta que lo cerrase, o abriese según fuera el caso, y en lugar de toparme con un personaje de blancas barbas y con un montón de llaves en la mano que te pregunta como y cuanto bueno has sido, me encontré con unas jóvenes, o a mí así me parecieron, que me sonreían y parecían decirme con su mirada, ¿qué te trae por aquí?. No sabía qué ni como decirles que me parecía que estaba soñando, pero no me atreví y me encogí de hombros simplemente. Una de ellas que se percató de mi turbación se dirigió a mí:
-????? ??, ?? ???????, ??????? ????? ?? ?? ???????? ? ????????? ??????.
-¡Ya empezamos con los idiomas!, y yo que pensaba que teniendo nociones de inglés y algo de catalán se podía ir a todos los lados... Pero creí entender por lo que aprendí cuando Laocoonte que me decía: ?Hola buenas, yo soy Caliope la musa, mis hermanas y yo somos las encargadas de la recepción?
Para empezar a tener las cosas claras me asomé tímidamente entre las columnas y, ¡Jesús!, que espectáculo. Allí estaban las hermanas de Caliope en una especie de mostrador, más o menos como la recepción de los hoteles de ahora pero sin pantalla de ordenador. ¡Las musas!, las ocho que faltaban, bellas tal como las describe Hesíodo cuando se le aparecieron en la ladera del monte Helicón, vestidas con túnicas vaporosas cada una de un color diferente, ceñidas en la cintura con un breve cíngulo y engarzadas por un leve tirante en un solo hombro las unas o simplemente prendidas del cuello otras, lo que permitía al más lerdo observador contemplar la belleza y donosura que destilaban sus hombros desnudos, sus pechos núbiles emergían del vestido con pícara inocencia y sus rizados cabellos, sueltos en unas o recogidos con cintas en otras tal como las pintó en el renacimiento el pintor flamenco Frans Floris, de ahí la lozanía que se adivinaba, mejor dicho se presenciaba, en sus cuerpos; gustos del Renacimiento. De ahí mi deducción hacia su identidad y por la mención que Caliope me había hecho. Por tanto deduje que donde me encontraba era en la entrada del monte Parnaso, o del Olimpo vaya usted a saber, ya que no había ningún cartel que lo indicara. Del interior salía y se escuchaba una música que provenía de unos instrumentos muy reconocibles y muy propios del lugar, la lira y la flauta, por lo que deduje que no se lo debían estar pasando mal los inquilinos de aquel sitio.
Así que le pregunté a la portera si podía yo pasar para echar un vistazo y si se terciaba pegar la hebra con alguno de sus ilustres moradores. No me puso impedimento alguno pero me recomendó que me vistiera al uso y si no dominaba el latín o el griego que era lo que por allí se chapurreaba me buscase un interprete de confianza si quería charlar, pues la mayoría de la gente interesante o que me pudiera interesar a mí eran bastante cerrados y algo brutos y no se esforzarían por entenderme. ¡Ah! Y no te olvides de purificarte antes de entrar, me dijo señalándome una fuente que había cerca, la de Castalia supuse. Acepté y pasé a una sala contigua a las columnas donde se hallaban colgados de una especie de perchas los ropajes adecuados. Como Caliope comprendió mi duda de cual elegir llamó a su hermana Clio para que me asesorara, pues estaba muy puesta y conocía la moda más reciente en el Olimpo. Me quitó enseguida los vaqueros y la camisa, menos mal que no siguió con la única prenda que me quedaba, y me ofreció un traje de guerrero espartano, o de gladiator tal vez, que parecía ser de mi talla. ¡Madre mía! Los tíos por aquel entonces eran más bajos de estatura que nosotros pero debían ser el doble o más de anchos porque ¡menudas pintas!, con mis gafas y mi bigote casi blanco, vestido de gladiador... si al menos me hubiera pillado en mi época de barbado... ¿Y el casco??, no hubo manera de encontrar uno de mi talla craneal, le pedí por favor a la musa que me procurara algún paño o lienzo para introducirlo en él o papeles de periódico, papiros le dije, para poder al menos ver , pues se me calaba hasta más abajo de la nariz, ni las orejas le servían de tope. Hay que ver que cabezudos eran también o es que como todos llevaban semejantes melenas... pues claro los gorros debían ser holgados. Mi imagen debía ser hilarante, pues un guerrero espartano con zapatos y calcetines negros, pues que no... Por tal motivo se acercó conteniendo su hilaridad, para no mosquearme, otra de las musas, Erato, y con cariño pero respetuosamente me quitó las prendas que no pegaban y me calzó unas sandalias tipo Segarra, parecidas a los zapatos gorila de mi infancia, pero con cintas para sujetarlas arrolladas en espiral a la pantorrilla, y ya era otra cosa... como cambia el paisaje por una peña o un arbolito más o menos. Así que me dispuse a entrar en el Olimpo una vez que mi estampa se adecuaba a las circunstancias...
2 comentarios
carlitos -
Olga -
la verdad es que te he imaginado con la vestimenta de gladidor y los zapatos negros. Es lo que tiene ser un poco anacrónico para su tiempo, a ver qué sorpresas nos depara el Olimpo.