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Buena chanza, mejor pitanza

LAOCOONTE

Parte segunda y fin.

 

Bien pues, continúo. Yo ya había adivinado de quien se trataba, pues las pintas le delataban, pero no obstante le pregunté para asegurarme y no cometer fallos si del verdadero Laocoonte se trataba, si era el mismo que vestía y calzaba, sobraba lo de vestir y calzar pues el hombre estaba como Capyos lo trajo al mundo, pero su cuerpo musculoso, atlético, sus piernas y brazos, cual si de un culturista moderno se tratase, le delataban, era tal cual la escultura que se puede admirar en el Vaticano, además al ir acompañado de los dos apuestos jóvenes, sus hijos, no me podía equivocar. Le tradujo mi pregunta el muchacho que estaba más puesto en idiomas y me contestó que sí, que era quien yo había deducido y me presentó a sus hijos. “Estos son  Antifantes y Timbreo para lo que usted guste mandar”. Le agradecí y me presente yo mismo. “Mi nombre es Ignacio... Ignacio Lacámara”. No sé como me presentó Timbreo que es el que hacía de traductor, pero me perdí haber sabido decir mi nombre en griego antiguo, creo que dijo Iknatio o algo así. Olga creo que lo sabrá.

-¿Y que le trae por estas tierras?, ¿Qué hace un hombretón como usted en un lugar como este?, y tan alejado en el tiempo y en el espacio de vuestra realidad.

-Verás, me respondió y ya me tuteaba -le debí caer bien- Ya sabes lo de Troya; no me hicieron caso los jodidos troyanos con aquello del dichoso caballo, yo quería quemarlo porque algo me barruntaba, no lo destruyeron y ya ves lo que les pasó, dieron todos con sus huesos en la fosa, unos degollados por los aqueos que salieron de dentro; y que yo ya me lo temía ¡que astuto el Odiseo!, y los más quemados por el fuego que estos dieron a la ciudad. Y lo peor es que yo no pude ya verlo para decirles; “veis capullos lo que os pasa por no hacerme caso”, no pude, ni tampoco estos zagales mios pudieron verlo porque el Poseidón que era un envidioso de la ostia y no se andaba con chiquitas a la hora de tomar decisiones, envió unas serpientes enormes contra nosotros, unos culebrones que nos cogieron a los tres de improviso, se enroscaron a nosotros y nos ahogaron, así que unos por cabezotas y nosotros por venganza del rencoroso dios del mar... nunca más se supo, todos al otro barrio, y la ciudad hecha un desastre del que ya no se recuperó. Menos mal que unos buenos artistas rodios se acordaron de nosotros y nos inmortalizaron en su escultura, de ahí que ahora podamos darnos alguna vuelta por algún lugar donde se masque alguna tragedia.

-¿Y para eso han venido aquí?, le argumenté, Aquí no es que vayan las cosas muy bien pero tanto como lo de Troya no creo que sea, vamos digo yo. Aunque usted que es medio dios o al menos fue su sacerdote y está muy en contacto con los del Olimpo algo sabrá, cuente cuente...

- No te voy a contar nada, me respondió, que luego lo cascáis todo en la tele, dejemos que los acontecimientos discurran según lo previsto, además aquí reina un rey, Juan Carlos I creo que se llama, y a ese le corresponde arreglar los desaguisados antes de que se desmanden y terminen en tragedia, dijo como buen sacerdote y adepto a las corrientes teatrales de por aquel entonces.

-Pues si que la llevamos buena, le dije, precisamente aquí en esta parte de la Tarraconense no es que tenga demasiada acogida su regia figura, y además los reyes de ahora no son como los que usted está acostumbrado a tratar, los Agamenones, Priamos, Ulises y Menelaos, dicen que son constitucionales o sea que hacen lo que les da la real gana, y nunca mejor aplicado el adjetivo, pero dentro de la constitución. Seguro que no sabrá que rollo es ese de la constitución y se nos haría de día si se lo tengo que explicar. Por cierto, conoció a Helena, le pregunté. ¿Como era?, ¿Era tan guapa como dicen? Debía ser una tía de bandera, pues ya los Teseo y Piritoo se la quisieron calzar, y de hecho la raptaron también y  para que el puñetero Paris armara la que armó por culpa de ella…

-Sí era maja la moza, sí, me respondió el ex sacerdote de Apolo, de hecho me creo que había nacido para ser raptada pues la raptaron primeramente esa pareja que mencionas, menudos granujas, pues no se la echaron a suerte... y al final, guerra más o guerra menos por su culpa, mira, pues que se casó con un tal Menelao, pero apareció por allí el  Paris ese que por ciertoestaba de muy buen ver y la tía le puso los cuernos a su marido, se largó con él a Troya y claro estos griegos que eran muy suyos, empezaron que si la había raptado, que fíjese usted que afrenta, que la honra aunque sea de un griego es mucha honra, que si habían de ensanchar las puertas para Menelao, en fin que había que hacer algo y ni cortos ni perezosos se prepararon unos barcos con unos cuantos amigos y se marcharon a buscarla a Troya donde retozaba feliz con su nuevo chico. Y por eso se armó la guerra de Troya y si quieres saber más te lees la Iliada de un tal Homero que ahí lo explica bien.

-¡Jo!, le dije, pero conocer los hechos de primera mano, de un personaje que ha sido parte de la historia, mola más, vaya usted a saber lo que habrá puesto Homero de su cosecha.

-Bueno caballero, que se está haciendo tarde y su esposa le estará esperando, me espetó de pronto, ¿y como es que no está aquí ella?, con la noche tan bonita que hace.

-Es que es muy friolera y se ha quedado en casa, le respondí.

-¿Qué es qué...?, me preguntó. Mejor me lo explicas otro día que ya es tarde, me dijo con tono cortante. Y con una voz hostigó a los istrícidos que arrastraron de nuevo al mar el carro con los tres personajes.

Y digo yo, eso de mejor me lo explica otro día, ¿querrá decir que vendrá otra vez?, yo no pienso volver a Calafell hasta el año que viene, así que como no suba por el Ebro ahora que lo van a hacer navegable... Antes de marchar, Antifantes que había estado callado todo el tiempo me alargo algo en su mano, era una orquídea, ¡que detalle!. Se la daré a mi mujer, sabe Dios que se pensará que estoy haciendo a estas horas y seguro que está preocupada... ¿se lo creerá si se lo cuento?. Levanté la mano con la orquídea y esbocé un saludo de despedida en su idioma, de lo poco que se me había quedado durante la conversación,

-“Прочут е с предупрежденията “: (¡Vaya bueno...!).

Cuando desapareció el carro, los istrícidos, Laocoonte y sus muchachos, en la playa flotaba un olor especial, un olor raro, como a ácido prosódico (PrO3Na2) o algo así me pareció a mí

Al día siguiente volví por la mañana y todavía se podían ver las huellas dejadas por los acúleos de los istrícidos que tiraban de la carreta.

No se lo había contado a nadie...

6 comentarios

JIL -

¡¡Sí hombre!!, pluma yo...

Inakil -

Podriamos decir que el descubrimiento de la pluma de JIL es una salida del armario literaria.

carlitos -

Lo digo porque tiene maneras.....no tu. sino el escrito. Esto ya empieza a ser un medio importante, por cierto

JIL -

Si os gusta el tema y consideras que es un buen sitio para compartirlos, estoy preparando otro y si os gusta continuo. Lo de publicarlo en un diario tan importante lo dices porque eres amigo mío...

carlitos -

Me ha gustado mucho, don Ignacio. No has pensado mandarlo al suplemento del Heraldo?? Hay algún manta que escribe todas las semanas....
Hay más como éstos? Este es un buen sitio para compartirlos.... si al final acabaremos siendo gastronómica y cultural...ya lo decía yo

Pedrol -

Acojoonante.